Las jornadas giraron en torno a cómo construir una nación de lectores, o a volver a ser una nación de lectores, puesto que nuestro país –en su opinión- lo fue y necesita volver a serlo.
Su conferencia siguió dos hilos conductores: su historia personal y su relación con los libros; y la historia del libro unida a la historia de nuestro país.
No tengo dudas, dijo, si yo soy lector, es porque hubo bibliotecas en mi casa. Así de simple y así de magnífico, sentenció.
“En mi casa en el Chaco, donde las siestas son interminables, lo que más había era lectura. Era un hogar humilde: mi padre tenía apenas tercer grado de primaria y mi mamá maestra de piano, era fanática de la lectura. Y mi única hermana mayor, leía todo el tiempo. El mueble más importante de la sala del comedor era la biblioteca: un enorme librero de madera oscura, que tenía, en los estantes inferiores, todos los libros que yo podía tomar para leer, jugar, destruir o lo que se me diera la gana”…
Su discurso encendido, en defensa de este objeto, que revolucionó el pensamiento, lo hizo situándonos a sus oyentes en este cambio de paradigma que la sociedad instituyó a la práctica de la lectura.
Comenzó su raconto desde la generación del 80 y de Sarmiento, explicando que allí donde se creaba un club, una cooperativa, una Comisión de Fomento, una institución intermedia; siempre lo primero que se pensaba para su desarrollo, era una biblioteca. Sobre y desde este pilar fundamental se construía ciudadanía, ya que la lectura era considerada como el paradigma del ascenso social.
Hizo mención que a fin del siglo XIX, momento de la creación de las Bibliotecas Populares en la Argentina, nuestro país contó y cuenta con la red de Bibliotecas más importante de toda América sumando entre públicas y privadas 50.000 de ellas esparcidas a lo largo y ancho de su territorio. Esto marcó decididamente el lugar de privilegio para el libro y que por ende la lectura se convirtiera un motor de ascenso de las masas populares. De manera que subrayó: “podría afirmarse que no hay nadie en toda la República Argentina que no tenga una biblioteca a unas pocas cuadras de su casa si vive en centros urbanos y a poca distancia si es en áreas rurales.” Por ello, no le pareció exagerado decir que las bibliotecas argentinas atesoran lo mejor que tiene este país y los bibliotecarios argentinos son los guardianes de ese tesoro; que por supuesto debieran a su criterio ser revividas y actualizadas, condición que es posible y urgente recuperar.
Seguidamente, habló de otro paradigma distinto que se vivió en tiempos de dictaduras, donde la quema de libros, el cierre de casas editoras y la persecución de escritores e intelectuales, marcó la decadencia y el deterioro de todo el sistema. Hubo una prédica y una acción de la Dictadura que dejó huellas muy profundas todavía vigentes de que el libro era subversivo y el saber también lo era, sentenció.
Paradigma que según el escritor, comenzamos a cambiar en estos años ininterrumpidos de democracia, que es lento pero, donde él avizora un futuro más alentador.
La única forma de acceder al conocimiento es leer y leer mucho, remarcó. Para que un chico lea, en su casa sus padres deben leer, deben compartir las lecturas, debe establecerse un vínculo que augura el ingreso al mundo letrado. Todos deberían tener desde pequeños una biblioteca porque la lectura es un derecho; derecho que debiera tener rango constitucional, destacó.
Alentó a padres, docentes, bibliotecarios y adultos en general, a transmitir el leer por leer, leer con curiosidad y leer con libertad.
Por último narró los programas que la Fundación Mempo Giardinelli, que dirige en la ciudad de Resistencia, Chaco, viene desarrollando a favor de la lectura en forma sostenida desde 1998, para provocar y recuperar la pasión de leer.
Son programas permanentes de la Fundación:
Dijo estar convencido, que estos son algunos de los mejores modos de aportar a la construcción de un país que no nos avergüence; un país que dignifique el conocimiento y tenga entre sus valores el saber, la investigación, el pensamiento independiente. Un país en el que todos y todas lean.
Beatriz Ré
Prof. Lengua y Literatura