Yolanda Reyes: “Todos los usos de las palabras para todos”

La escritora periodista, promotora de lectura y educadora colombiana, Yolanda Reyes, estuvo los días 9, 10 y 11 de junio del año 2015 en las localidades de Casilda y Chabás brindando diversos talleres. Creadora de un lugar llamado “Espantapájaros” en Bogotá, Colombia, trabaja en esta “casa imaginaria y real” donde concurren 60 niños entre 8 meses y 4 años.

Es a partir de esta experiencia que conjuga la teoría y la práctica, donde aprendió sobre cómo se construyen las bases de lo cognitivo y el lenguaje en la primera infancia. 

Según la autora, a partir de la lectura, las maestras generan los cimientos de la casa imaginaria, como una estructura de un edificio. Es decir, existe un vínculo enorme entre la literatura y la vida emocional.

“Lo que hace un chico en la primera infancia es quedarse maravillado con cómo suenan las palabras, es una experiencia profundamente humana. Hay una idea tranquilizadora de que la palabra envuelve, canta, quita el miedo. Eso está instaurado en la psiquis de un niño muy pronto. La literatura es, precisamente, la posibilidad de asomarse a las experiencias. Hallamos en esos lenguajes del arte la forma de encontrarnos”, manifestó.

Reyes narró que a partir del trabajo en una biblioteca, descubrió que los chicos que no estaban alfabetizados porque no había llegado su momento o porque habían “fracasado” tenían una gran necesidad de que les lean. En relación a ese contexto, expresó: “Me puse a pensar… ¿Desde cuándo leemos? Eso sucede antes de la lectura alfabética. ¿Quiénes nos hacen lectores? Aparecían las personas de la primera infancia: abuelas, abuelos, las tías, las maestras. ¿Cómo se construye ese vínculo con la emoción y el deseo? Con la lectura enseñamos ese truco mágico”.

Según la educadora, la primera infancia es muy importante, “nos jugamos la vida”. Las neuronas se van conectando con el estímulo de afuera y las trayectorias que se construyen cuando cantamos, hablamos o estimulamos de diversas formas a los bebés. Por lo tanto, eso se queda en la memoria poética.

Siguiendo su línea de pensamiento, se puede decir que el mundo emocional es tan plástico como el cerebro ya que los libros nos forman por dentro. Necesitamos las palabras nuestras y de otros para encontrarnos en ese lugar simbólico en el que todos compartimos raíces humanas.

“Me he dedicado a trabajar con las maestras y familias de los más chiquitos porque construir lectores en el momento de la vida más propicio es una posibilidad para cambiar el curso de muchos niños y niñas que en nuestros países no tienen acceso a la educación de calidad. Formar usuarios plenos del lenguaje y de los símbolos de la cultura es una condición fundamental para el acceso equitativo a la educación, al desarrollo humano y a la participación ciudadana. Apuntamos a esa idea: Todos los usos de las palabras para todos para que nadie sea esclavo. Niños que cuentan en el sentido polisémico de la palabra: contar y ser contados, y contar con ellos”, conceptualizó la escritora.

Yolanda Reyes plantea que la historia del ser humano como sujeto de lenguaje se inicia antes del nacimiento. Durante la primera infancia aprendemos a llamar a alguien. Luego de escuchar como canta la lengua, empezamos a decir palabras: el lenguaje articulado. Y después de muchas historias, aprendemos que hay símbolos que se pueden leer, por lo tanto, entramos en posesión de la lengua escrita.

Todo esto que es la base de nuestro funcionamiento como seres simbólicos. Los niños criados en igualdad de condiciones en la primera infancia son niños que tienen para siempre un privilegio en los cimientos de su casa imaginaria.

En este sentido, el acceso a todas las posibilidades de lenguaje verbal y no verbal, a través del arte, el juego y la literatura contribuye al desarrollo emocional y es fundamental para promover un aprendizaje creativo.

“Antes de nacer, el lenguaje nos aguarda: Somos hijos de alguien que habla, somos hijos de alguien que construye sentido, somos hijos de alguien que nos pone un nombre. Nacemos envueltos, perplejos y fascinados, entre misterio de una voz que es familiar desde las entrañas.  El bebé pasa mucho tiempo oyendo y esa escucha empieza antes de nacer y, a su vez, el niño es leído de muchas formas ya que los gestos son interpretados, eso nos hace distintos a los otros mamíferos, no cargan con todas estas inscripciones que son hechos de lenguaje”, explicó la investigadora y continuó: “Nos hacemos lectores porque descubrimos que las palabras pueden traer a los que más queremos y revelamos que nombran lo que nosotros no vemos. Leemos a los que ya no están pero todavía los tenemos. El arte es la posibilidad de volver símbolo la presencia y la ausencia.”

Finalmente, durante el taller se trabajó con la idea de que los libros nos abren el paisaje de lo que vemos y de lo que no vemos, nos muestran lo que es invisible y lo que no. “Con el tiempo el bebé aprende la permanencia del objeto: el lenguaje puede traer lo que no está. Y ahí vuelven a estar los libros, acompañando el desarrollo psíquico de los niños. Las palabras permiten descubrir que hay otros mundos distintos a los mundos reales, muchos hechos de y en lenguaje. Un niño puede interpretar por lo que no está. Es decir, saber que hay una manera distinta de usar el lenguaje como lo usamos todos los días. Es necesario para imaginar y darle lugar a las emociones”, concluyó la escritora.

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