El objetivo de la charla fue hablar sobre autismo, un tema que siembra muchas dudas en la tarea docente. “Definido por los manuales psiquiátricos como un trastorno del desarrollo, la caracterización incluye conflictos en la relación con las personas, trabas en la comunicación y utilización de las mismas frases en forma reiterada e insistente”, abrió el encuentro la psicóloga.
Según la oradora, una característica de esta afección es que los retraimientos y la sintomatología se producen en tiempos muy tempranos. “Al niño con autismo le resulta muy difícil afrontar el encuentro con su Otro materno y paterno. Al no compartir con los adultos sus códigos ni entenderlos, se hace difícil comprender su subjetividad. Afectado el intercambio con quienes lo rodean, se entorpece hasta grados extremos la adquisición del lenguaje y la posibilidad de establecer vínculos sociales. Entonces se ensimisma cada vez más y queda excluido del encuentro con la cultura, el juego, la creatividad y el lazo social”, especificó.
“Hay varias formas de autismo. Muchos chicos son sensibles al lenguaje, pero están en contacto con la voz y con el cuerpo del Otro que no soporta sus estridencias. Entonces se acorralan y muestran una faceta que hace presuponer que no desean nada, ninguna forma de contacto afectivo, amoroso o social. Esa voz incide, congela, produce una grieta de difícil reparación. La pregunta es si podemos abordarla”, detalló la disertante y añadió: “Mi propuesta apunta al sujeto. Para alcanzarlo es preciso abordar el goce excedente porque inunda la estructura y pegotea al niño como objeto al cuerpo materno. Sin embargo, si se exilia de ese cuerpo, paga también un alto precio. A falta de una inscripción significante, de un trazo que sostenga la estructura incipiente, queda navegando en forma disyunta”.
Finalmente, reflexionó diciendo que “el trazado de bordes y cierta reducción de la grieta revela que no es que el Otro no exista, sino que vive con tal consistencia que no puede procesar la enunciación con la que se transmite. Se trata de una consistencia tanática frente a la que algunos niños se agazapan en su caparazón, producto de un repliegue que lo acorrala en la llamada soledad de la persona con autismo”.
“Creo que el abordaje desde el psicoanálisis en tanto apunta al deseo y a la palabra. Consecuentemente, reducir el goce tanático, posibilita que un sujeto surja”, concluyó.
Ilda Levin es psicoanalista desde hace más de cuarenta años. Puso el acento en la posibilidad del análisis con niños y bebés y la importancia de los padres durante el tratamiento. Investigadora clínica y teórica. Es Miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Trabaja en diferentes espacios de formación de psicoanalistas. Participa de la Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis desde su fundación. Ha publicado varios artículos en medios especializados y libros en co-autoría.
